LA GLORIA DE LO INVISIBLE Y DE LO NO ESCUCHADO
Hay una gloria indescribible a todo lo largo del camino, que conduce de tu pensamiento activo a la quietud de la meditación profunda. Si no puedes ir a un bosque o al océano, para comulgar mejor con Dios, anda allí en tu imaginación. Si algún problema demanda tus pensamientos, deja que los imaginados tonos del mar los ahoguen. Si te imaginas el mar y escuchas el ritmo de sus olas golpeando la orilla como ecos del latir del universo resonando dentro de ti, o si oyes la brisa susurrando entre los pinos con tu oído interno, la gloria del éxtasis pronto ahogará los pensamientos escoria de la tierra.
La meditación te transporta del mundo de sentir el movimiento de las cosas materiales, al de imaginarlas cósmicamente. Te transporta del mundo de estridentes sonidos que te queman los oídos, al mundo del silencio rítmico que no tiene cuerpo – al mundo del Alma y de la semilla de cosas que todavía no han nacido y que esperan nacer a través tuyo. Tu mundo de imaginaciones es tu escape de las emociones, con sus tensiones y nerviosismos, al éxtasis de los elevados cielos de tu Alma. Esa es la manera cósmica de restaurar el balance. La música terrenal es melódica y te encadena a la tierra. La “música de las esferas”, que escuchas con tus oídos internos, es profundamente tonal, no melódica.
Los ritmos y tonos de la música de la naturaleza que canta sus octavas en el lenguaje de la Luz, siempre tienen dentro de ellos los pulsantes ritmos del latido universal, siempre el pulsar uno-dos, uno-dos del latido del Padre-Madre, de nacientes y renacientes formas de cosas que manifiestan los pulsos rítmicos del Padre-Madre, de los elevados cielos del Alma. Siempre en tu meditación profunda, la música de los silencios de donde la música de la tierra proviene, son como el resultado de las grandes sinfonías de maestros cósmicos, las cuales se han redoblado de los sonidos de la tierra, que tus oídos han escuchado en tu misma Alma, que todavía las escucha en el latido de tu imaginar.
Nunca escucharás el uno-dos-tres del ritmo del Vals en los elevados cielos del Alma, pues ese sincopado te trae rápidamente de regreso a la tierra y a la consciencia de las emociones de tu cuerpo y sus sentidos. Ese ritmo uno-dos-tres hace que quieras bailar, y eso es bueno, pues da felicidad física.
Para aquellos que sus deseos están profundamente arraigados a los sentidos de la tierra, cuya profunda atracción, es el todavía más profundo sincopado del Jazz, el silencio de los cielos elevados son solo un profundo vacío, como si no existieran. La música de jazz rompe los ritmos de la naturaleza en tales imbalanceados ritmos, que aquel que lo escucha separa su Alma del Alma universal. Hasta de una persona así, no se puede decir que no tenga Alma. De él se puede decir solamente que la Luz de su Alma esta en penumbras o durmiendo, y él mismo puede despertarla, si solamente escuchase por suficiente tiempo y las veces necesarias a los ritmos de los elevados cielos del Alma, para despertar el reconocimiento de la Luz que está dentro de todos los hombres.
Cuenta la historia que “Diamante” Jim Brady así despertó a su dormido Ser interno, muy accidentalmente. El compró un piano automático y muchos discos de Jazz y Fox- Trot para sus mundanos amigos y pidió muchos discos clásicos para sus amigos “intelectuales”, de los cuales tenía muchos. Mientras tocaba estos discos clásicos “reconoció” dentro de él la gloria de los ritmos del latido del corazón universal. Dicen que el escuchaba a solas durante horas estas grabaciones, hasta que se transformó culturalmente por completo.
No estamos de ninguna manera sugiriéndote que no deberías escuchar la música que excita las emociones corporales, pues son buenas cuando se dividen apropiadamente entre los ritmos de la tierra y los ritmos del cielo, tal como el uno-dos-tres del Vals rítmico.
Debemos vivir gloriosamente en la tierra así como en los cielos elevados, pero vivir solamente los ritmos de la tierra es ser como arcilla de la tierra, encadenado a la tierra como esclavo de ella, nunca elevándose a los elevados cielos de la Luz de la inmortalidad. La mortalidad es una celda de una prisión, de la cual sólo puedes escapar en las alas de tu inmortalidad.
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